Dolor crónico.

¿Alguna vez te has parado a pensar en como afecta el dolor al ser humano? Y no hablo del dolor físico, si no del emocional, del que se lleva por dentro y la mayoría de las veces ocultamos.

Yo no soy sientífika, ni mucho menos he estudiado psicología. Pero desgraciadamente de dolor se un rato. Lo que he podido observar a lo largo de mi vida es que, aquellas personas que menos dolor habían atravesado en sus vidas, menos afines a mi eran. Sin embargo mis mejores amigos, a su manera e intensidad podrían escribir sus memorias y alguna telenovela harían de sus vidas. 

Una vez me topé con alguien que bloqueaba el dolor, creía que así le ayudaba a centrarse en las cosas importantes de su vida, a no hundirse y a seguir con su vida. Pobre diablo. No es consciente de la santa ostia que se va a dar el día que encienda su humanidad y el dolor le rompa por dentro. Lo peor de todo es que intentó que yo actuara así. Y eso reafirmó aún más el tipo de relación ave fénix que tengo con el mismo. 

El año pasado a través de una app de citas (que no pienso decir, porque me bloquearon y pues que se jodan, no hay publi) conocí a dos personas que a su manera han marcado un antes y un después en mi vida. Personas que aún están en mi vida, y a raíz de ellas, de las conversaciones que he tenido y de su amistad, me han hecho pensar aún más en el dolor en sí. Porque al igual que yo, ellas también mantienen su dolor crónico mientras sobreviven.

Aún así , me di cuenta de que hay dos tipos de dolores y los he nombrado así: 

Dolor puntual: Que es aquel que puede ser poco o muy intenso, pero efímero. Que tal vez casi hasta te de la sensación de que te vayas a morir, pero al poco desaparece. Como puede ser una discusión absurda con tus padres, pelearte con un amigo, suspender un examen, que te den calabazas....etc.

Dolor punzante o latente: Que al contrario del otro es un dolor casi insignificante, tanto que a al principio parece inofensivo, en ocasiones no eres consciente de que está ahí, no es para nada intenso, es como un pellizco. Pero que a base de repetición -como el latido de tu corazón- se convierte en algo inaguantable, y acaba por desesperarte, cambia tu personalidad y a veces hasta pierdes la esperanza. Condiciona tus días, tus relaciones y la mayoría de veces hace que conviertas algo insignificante en la discusión más grande, porque todo lo demás te resulta cargante. Y aquí hablo de la muerte de un ser querido cercano, la discapacidad de un familiar, la traición, los traumas infantiles...etc.

A lo largo de mi vida me he vuelto envuelta en discusiones con parejas, o que se han alejado de mi amigos por llevar la carga de ese dolor crónico. Que por  más que haya intentado explicarlo, o abrirme a la gente, nunca han acabado de entenderlo. Algunos me han llamado débil por explotar con cosas que el resto de personas no explota, por emocionarme con cosas que el resto no, sin saber toda la carga que llevo a las espaldas.

Hablar mierda es fácil. Y la verdad es que no todo el mundo está preparado para soportar todo tipo de dolor. Con el tiempo decides no compartir ese dolor con nadie, porque hacerlo y que no sean capaces de entenderlo hasta te duele más. Otra carga más. Porque realmente nunca estás bien, vives en una lucha constante en la que el equilibrio emocional es la meta.

Y sí que he conocido a gente que ha hecho mi vida más amena, que me ha aportado chutes de felicidad efímera. Gente que creía que me hacía sentir como en casa, con la que poder confiar hasta el fin de los tiempos. Que me he abierto a ellas y han hecho que ese dolor, por un momento, desapareciera. Pero al volver a casa, ese dolor volvía, me daba un sartenazo y me dejaba en KO. Y era peor. 

Por fin, después de 27 años he conocido a una persona que cada vez que me toca siento calma. El dolor sigue estando ahí pero se rebaja, puedo oír mis propios pensamientos, Y a veces hasta ellos se callan. Me da paz, pero no esa paz que te da la dopamina o unas mariposas que te rondan por el estómago, sino esa paz que te da estabilidad. Que estoy sentada junto a él y no tengo necesidad de fingir que todo está bien, no le oculto mi dolor, porque cada vez que le miro a los ojos veo en ellos asomando su dolor y de esa manera, se que mi dolor puede salir. Y que él me lo devuelva diciéndome que cuando me toca es como "si el mundo se callara", que también le doy paz...

Mira, y a ti te digo chico: me aportas la misma felicidad que cuando escucho K no hay alcohol. Tú y yo, algo de weed, Kase O. y tu sofá. No necesito más. Y ojalá sea eterno, que seamos amigos de por vida. 

Laila Mor Romero. 


Comentarios

DESTACADOS 2019

Memorias de una ornitofóbica.

Paradigmas.

No te arrimes a mi, soy una bomba de relojería a punto de estallar.